Es imposible esperar a día de hoy que nuestro nombre no sea buscado en Internet cuando estamos inmersos en un proceso de selección. Las redes sociales en las que nos movemos y nuestra manera de relacionarnos en ellas; así como las referencias a nuestra persona en artículos, noticias o foros constituyen nuestra reputación digital. Esta “carta de presentación” da una idea de cómo somos, y de cómo podemos encajar (o no) en las necesidades de una empresa. De ahí que Internet sea el primer lugar al que los reclutadores acuden (un 80% de ellos reconoce haberlo hecho en primera instancia, según el Informe Infoempleo sobre Redes Sociales y Mercado de Trabajo en España de julio de 2012).
Nuestra reputación digital será mejor cuánto más se ajuste esa suma de mensajes sobre nosotros a lo que queremos transmitir a los demás. Estamos hablando de la imagen pública de quiénes somos.
Ante esta realidad, lo primero que debemos hacer es una búsqueda: ¿qué aparece si rastreamos nuestro nombre completo en los buscadores? Si lo que vemos no es lo que queremos transmitir, tenemos mucho trabajo que hacer…
Podemos empezar por borrar de nuestras redes sociales aquello de lo que ya no nos sintamos tan orgullosos y por localizar a las fuentes de información desactualizada sobre nosotros para que la retiren o modifiquen, si es posible.
A partir de ahí debemos cuidar todo lo que vertimos en Internet sobre nosotros mismos y hacer un seguimiento periódico de nuestra huella digital. Es conveniente asegurarse a menudo de que la información pública sobre nosotros no sea potencialmente perjudicial para nuestros intereses personales y profesionales.