La entrevista es el momento más importante al que te enfrentarás a la hora de encontrar trabajo. Todos los pasos anteriores en el proceso de búsqueda de empleo (CV, carta de presentación, etc) tienen el único objetivo de llegar a ser entrevistado por algunas de las empresas a las que has enviado tu candidatura. Normalmente, sólo acceden a esta fase los candidatos con posibilidades de ser incorporados al puesto vacante, aunque no garantiza que seamos los elegidos.
Existen diferentes tipos de entrevistas, según el objetivo del seleccionador. A continuación, los tipos más comunes:
A) Directa o dirigida: el entrevistador hace preguntas, pudiendo utilizar un formulario para ello, y el candidato responde las mismas. Las preguntas suelen ser bien definidas (desde nuestros datos personales hasta los académicos y profesionales), que exigen del entrevistado respuestas precisas y concretas.
B) Abierta o no dirigida: entrevista no estructurada, con preguntas muy generales. Se pretende evaluar cómo se desenvuelve el candidato en un entorno desconocido, su capacidad de análisis, argumentación, estructuración y síntesis de los contenidos planteados. El entrevistador puede utilizar técnicas como “el eco”, que consiste en repetir nuestras últimas palabras para obligarnos a ampliar información; “el resumen”, en la que el seleccionador repite en una frase nuestro discurso anterior, simplemente debemos afirmar o negar o “el “silencio”, que sirve para forzarnos a romperlo y seguir hablando.
C) Mixta o semidirigida: el entrevistador puede empezar siguiendo un guión y continuar con preguntar generales y abiertas. Cuando se pretende recoger información objetiva, la entrevista será más cerrada, mientras que si pretende averiguar nuestro carácter y personalidad se usará más la entrevista abierta.
D) De tensión: no es muy frecuente, pero su objetivo es valuar si el candidato es capaz de reaccionar positivamente ante situaciones de presión, estrés o tensión. Lo importante en estos casos es mantener la calma y actuar con confianza.